La llegada inaugural de Raphael a San Juan de Puerto Rico fue una de esas experiencias verdaderamente memorables. Días antes del evento, los periódicos locales dedicaron páginas enteras animando al público a participar en su recibimiento: «Todos al aeropuerto este lunes para dar la bienvenida a Raphael. Artista exclusivo de Radio El Mundo y Telemundo. Consulte la hora exacta de llegada sintonizando Radio El Mundo (580 KC) y Telemundo (Canal 2)». Evidentemente, los conciertos que el cantante iba a ofrecer en la isla estaban bajo el patrocinio de estas dos importantes plataformas de medios. Sin embargo, nadie podía prever cómo se transformaría esta invitación en un fenómeno masivo.
El avión de Iberia aterrizó en el Aeropuerto Internacional de Isla Verde, hoy conocido como Luis Muñoz Marín, el lunes 8 de enero de 1968 alrededor de la una y media de la tarde. Raphael, quien había pasado las Navidades junto a sus padres en Madrid, fue recibido dentro del avión (con autorización previa de las autoridades del lugar) por representantes de Telemundo y Radio El Mundo, además de delegados de la alcaldía capitalina y Francisco Bermúdez, encargado de supervisar cada detalle desde su llegada dos días antes.
Miles de seguidores aguardaban su llegada distribuidos alrededor del perímetro del área de aterrizaje y el mirador del aeropuerto. Sin embargo, tras confirmar que el avión había detenido su marcha por completo, y pese al habitual forcejeo con la policía, los fans invadieron la pista con el objetivo de aproximarse lo máximo posible al artista.
Ante la abrumadora cantidad de personas y el caos generado, los agentes no tuvieron otra opción que resignarse. Se limitaron a proteger al cantante contra posibles movimientos involuntarios del tumulto. Muchos de los fans correspondían al Fan Club Nacional de Raphael, quienes no habían dudado en viajar desde localidades como Arecibo, Caguas, Río Piedras, Mayagüez y Ponce para recibirlo.
Una crónica publicada por el diario El Mundo detallaba minuciosamente su aparición en lo alto de la escalerilla del avión: «Raphael lucía su característico corte de cabello, un traje color tabaco seco y una llamativa camisa floreada con tonos azul turquesa, rosa y amarillo sobre fondo rosa; cuello abierto y sin corbata. La chaqueta cruzada tenía cuatro pares de botones. Usaba zapatos negros y sostenía un abrigo corto de piel de zorro en tonalidades castañas y trigueñas que había adquirido durante su reciente visita a Londres».
El propio Raphael menciona este abrigo en sus memorias. Provenía del invierno gélido de Madrid y aparentemente olvidó prever las cálidas temperaturas del Caribe…
Una vez descendió del avión y realizó los trámites aduaneros, permaneció brevemente dentro del terminal mientras se organizaba la caravana compuesta por coches y policías que lo escoltarían hasta su hotel. Este recorrido no consistía únicamente en trasladarlo al lugar donde se alojaría; los patrocinadores habían organizado un desfile por varias calles principales del centro antes de finalmente dirigirse al destino final. La comitiva contaba con cerca de cien vehículos acompañados por un dispositivo de seguridad significativo para controlar a los seguidores eufóricos.
El vehículo que transportaba a Raphael era escoltado por ocho motocicletas y tres patrullas de policía. Además, los agentes presentes en el aeropuerto fueron reforzados con otros cincuenta para garantizar la seguridad a lo largo del recorrido. En el coche, un elegante descapotable Plymouth Barracuda de tono negro con detalles en rojo, viajaban con él Corally Betancourt, reina del carnaval de San Juan, así como Paco Gordillo, Manuel Alejandro y Francisco Bermúdez.
Este trayecto por las calles hasta llegar al hotel San Juan se transformó en un auténtico baño de multitudes. La gente abarrotó las calles del Viejo San Juan, con decenas de miles de personas reunidas en una muestra imponente de fervor. La concentración fue tal que, al llegar a la avenida Ponce de León, la comitiva tuvo que detenerse por unos minutos mientras la policía organizaba al público en las aceras para permitir que los vehículos siguieran avanzando.
La extraordinaria respuesta del pueblo puertorriqueño llevó a muchos medios de comunicación a comparar el recibimiento que se le dio a Raphael con el que recibió el presidente Kennedy en 1961. Aunque pueda sonar exagerado, las crónicas y especialmente las fotografías -objetivas por naturaleza- dan testimonio del impacto de ese día en la capital de Puerto Rico. Incluso periódicos de España y de otros países americanos replicaron la noticia proveniente de la isla. Uno de ellos encabezó su artículo con el título «Raphael, como los Beatles o un presidente de Estados Unidos», y debajo de una imagen que mostraba al cantante saludando a una multitud boricua, se leía: «La fotografía habla por sí sola. Raphael, como pocos cantantes, se ha convertido en mito».
La palabra «mito» ha sido recurrentemente asociada al artista. Sin embargo, resulta intrigante que ya en 1968, cuando llevaba apenas siete años de carrera y cuatro como figura reconocida, se utilizara este término para describirlo.
El primer especial de televisión grabado en color
En cuanto al primer especial televisivo grabado en color, su contrato en Puerto Rico estipulaba varias presentaciones en la sala de fiestas del hotel San Juan, cada noche retransmitidas por radio El Mundo. Además, incluyó doce espectáculos durante seis días en el desaparecido teatro Radio City y apariciones en programas de televisión emitidos por Telemundo.
El salón principal de los estudios de Telemundo, ubicados en la avenida Roosevelt en Hato Rey, se llenó completamente con público e invitados especiales que acudieron para ver y escuchar al cantante durante la grabación del primer espectáculo televisivo a color producido en las modernas instalaciones del Canal 2. Para esta producción se utilizaron tres de las cinco cámaras a color que formarían parte del equipo regular de Telemundo.
Con esa emisión, Raphael inauguró oficialmente la televisión a color en Puerto Rico con un especial extenso donde interpretó sus grandes éxitos. Según las crónicas que registraron detalladamente cada actividad del artista durante su estancia, el programa tuvo una elevada audiencia. Durante las noches en las que se transmitió, las calles de la capital estuvieron prácticamente vacías. Es probable que lo mismo sucediera en otras zonas de la isla; nadie quería perderse el espectáculo televisivo protagonizado por el ídolo.
Durante las dos semanas que permaneció en Puerto Rico, Raphael estuvo rodeado por estrictos dispositivos de seguridad, incluso dentro del hotel. A pesar de ello, algunas admiradoras lograban escabullirse por las escaleras de emergencia y llegaban hasta la planta donde se alojaba. Frecuentemente eran interceptadas y retiradas del lugar. No obstante, hubo una ocasión en particular que marcó una anécdota memorable: después de regresar a su habitación tras un concierto, Raphael abrió el armario y encontró dentro a una joven que, según relató posteriormente en una entrevista local, le dio «un susto terrible». Afortunadamente, la chica solo quería un autógrafo y se marchó sin causar ningún problema adicional.
Este incidente fue recreado con licencias artísticas en la película Sin un adiós, protagonizada por Raphael en 1970. En una de sus escenas, Mario -nombre del personaje interpretado por el cantante- entra a su habitación acompañado por un agente británico a quien solicita abrir el armario antes de retirarse. Allí aparecen dos chicas vestidas con ropa interior que son escoltadas al pasillo. Sin embargo, la joven fanática del hotel en San Juan únicamente buscaba una firma del artista.
Raphael vivió una intensa agenda social durante su paso por Puerto Rico, además de sus conciertos y apariciones en televisión, que apenas le dejaban unos minutos libres al día. Uno de los momentos más destacados fue su reunión en La Fortaleza, la residencia oficial del gobernador, con Roberto Sánchez Vilella. Durante el encuentro, el político expresó su agradecimiento por la visita del artista a la isla, aunque también aprovechó para hacer una crítica dirigida a los empresarios. Sánchez Vilella afirmó que las actuaciones de Raphael habían sido dirigidas a un público «reducido» y «exclusivo», capaz de pagar los elevados precios de las entradas, dejando fuera a muchos admiradores que no contaban con suficientes recursos económicos para disfrutar de los espectáculos. Raphael estuvo de acuerdo con esta apreciación y prometió que en una siguiente visita ofrecería conciertos más accesibles en recintos de mayor capacidad y precios más asequibles. Cumpliendo su promesa, en años posteriores se presentó en lugares emblemáticos como el monumental Iron Victor y el estadio Hiram Bithorn.
El impacto de Raphael en Puerto Rico fue tan grande que, el día de su partida hacia México, un periodista sintetizó con ironía la visita del artista: «Raphael ha sido el dolor de cabeza más grande que ha tenido Puerto Rico en los últimos tiempos. Si alguien aún duda de ello, que lo pregunte a la policía, a la prensa y a los empleados de los lugares donde se presentó el ídolo del momento». El mismo periodista añadió: «El cantante español ha causado más revuelo, escándalos, desmayos, histeria y rumores en estos días que todos los artistas que antes nos habían visitado. El éxito de Raphael en Puerto Rico ha sobrepasado todos los límites; las predicciones iniciales quedaron ridículas frente a la avalancha de público que lo siguió de un lado a otro».