Si clasificamos las giras de Raphael por la URSS antes del fin de la era comunista y por Rusia junto con los países independientes tras la disolución soviética, podrían dividirse en tres etapas: la primera corresponde a su visita inicial en 1971; la segunda incluye el resto de giras realizadas durante los años setenta y el inicio de un inexplicable período de pausa prolongada; la tercera engloba los conciertos reanudados desde 1997 después de casi dos décadas de ausencia.
Ya se ha explorado en esta colección lo que significó la URSS para la carrera de Raphael tras debutar en Moscú y Leningrado en 1971, gracias a extensas negociaciones entre los representantes de dos países que no mantenían relaciones diplomáticas. Ante sorpresa general, incluido el propio artista, el público lo acogió con una energía casi indescriptible. La barrera del idioma parecía irrelevante y el indiscutible éxito de sus primeros conciertos en ambas ciudades importantes desencadenó extensas giras por el interior del país. Participó en multitudinarias funciones en ciudades como Tashkent, Bakú, Kiev, Minsk, Vilnius, Tbilisi entre otras. Raphael se había consolidado como uno de los artistas internacionales más influyentes del territorio soviético.
Sin embargo, después de 1978 y su cuarta gira por la Unión Soviética, algo afectó la aparentemente fluida relación entre Raphael y el Gosconcert, organismo oficial dependiente del Ministerio de Cultura soviético encargado de su contratación. Lo que fuese marcó el fin de las frecuentes giras que tanto él como su público habían llegado a disfrutar y ni siquiera a día de hoy existe una explicación clara sobre lo ocurrido.
El difícil regreso
Desde aquel año, los esfuerzos del cantante y su equipo por volver a la URSS fueron tantos como infructuosos. Nadie lograba entender por qué parecía imposible actuar nuevamente en un país donde Raphael había cosechado algunos de sus mayores triunfos. Resultaba difícil de asimilar, considerando que, al igual que en países como México, Argentina, Estados Unidos o Venezuela, su presencia anual era una norma, ¿por qué no también en la Unión Soviética?
No obstante, aunque en términos de éxito la URSS podía considerarse «un país más», había particularidades que la hacían distinta. No se trataba únicamente del exotismo que representaba el fenómeno de un artista en lengua castellana conquistando al público de una cultura tan diferente. Si bien las negociaciones para contratar a Raphael en su primera visita estuvieron rodeadas de secretismo y no fueron sencillas, una vez superados los primeros obstáculos no había razones aparentes para que las relaciones se enfriaran.
Para entonces, la colaboración profesional entre el cantante y Francisco Bermúdez ya había concluido a mediados de los años setenta. Sin embargo, el vínculo con el Gosconcert no se había perdido. De hecho, la última gira de esa década, realizada en 1978 sin Bermúdez, fue un éxito equiparable al de las anteriores.
La dificultad para concretar acuerdos tampoco podía justificarse por cuestiones de seguridad. Los incidentes ocurridos durante su primera gira en 1971 —incluyendo rumores sobre la supuesta muerte de dos personas que intentaron trepar la fachada del Palacio de los Deportes de Moscú para acceder a un concierto— no habían impedido que Raphael siguiera visitando el país con frecuencia en aquella década. Las relaciones profesionales parecían consolidadas; por ello, ni el cantante ni su entorno entendían el cambio de actitud por parte de los empresarios estatales soviéticos.
A pesar de los innumerables intentos a lo largo de los años ochenta, nada llegaba a concretarse. Aunque los representantes del artista, incluidos Paco Gordillo durante buena parte de esa década, continuaron negociando con el Gosconcert, los acuerdos firmes seguían siendo esquivos. Curiosamente, no había negativas por parte de los organizadores soviéticos. Por el contrario, las relaciones eran cordiales y en varias ocasiones parecía que las negociaciones desembocarían en algo concreto. Raphael incluso anunciaba su intención de incluir la URSS en sus giras anuales a través de declaraciones ante la prensa. Sin embargo, al llegar el momento decisivo, no se formalizaban los contratos.
En numerosas entrevistas de los años ochenta y principios de los noventa, el artista detallaba los destinos de sus próximas presentaciones, mencionando recurrentemente a la Unión Soviética entre ellos. No obstante, muchas giras emblemáticas que celebraban aniversarios como su vigésimo, vigésimo quinto y trigésimo quedaron incompletas al no haber conciertos en suelo soviético. Ello no fue por falta de esfuerzo del propio cantante o de Gordillo; las ganas y la voluntad estaban allí. Incluso a mediados de los noventa, se intentó retomar las negociaciones con Francisco Bermúdez. Al principio todo apuntaba a romper la larga racha de ausencias, pero nuevamente las expectativas se disolvieron.
Casi veinte años después
Fue precisamente tras este último intento fallido que el artista aguardó poco tiempo más para concretar su retorno. En 1997, Raphael regresó finalmente a Rusia después de diecinueve extensos años sin pisar aquella tierra. El contexto había cambiado de forma radical: el mundo ya era otro tras la caída del Telón de Acero y con la llegada de la Perestroika impulsada por Mikhail Gorbachov en los años ochenta. La Unión Soviética se había disuelto para dar paso en 1991 a la Federación Rusa y a la independencia de múltiples repúblicas que anteriormente formaban el bloque soviético.
Raphael dedica un capítulo entero de sus memorias, publicadas poco después de su regreso a Rusia, para reflexionar sobre la experiencia que significó volver al país tras casi dos décadas de ausencia. En sus páginas describe cómo se encontró con una nación completamente transformada, donde los impactos del mercado occidental eran visibles por todas partes: desde la proliferación de cadenas como McDonald’s hasta las vallas publicitarias con marcas de cosméticos, modelos internacionales y anuncios de automóviles extranjeros. Sin embargo, más allá de los evidentes cambios, Raphael percibió a su público como inalterable, guardando el mismo fervor y el cariño de siempre, como si hubieran estado esperándole durante todos esos años. Por su parte, el artista también había estado ansioso por ese reencuentro.
El regreso en 1997 marcó uno de los momentos más destacados en la carrera del cantante. En esta oportunidad, Raphael llevó a cabo su esperada gira con la particularidad de ser contratado por un empresario privado, Sergei Kochlov, dejando atrás las épocas en que sus visitas dependían del Gosconcert de la Unión Soviética. Volvió a las ciudades que le dieron la bienvenida en 1971: Moscú y San Petersburgo, que ya recuperaba su nombre original tras haber dejado atrás el de Leningrado. Sus actuaciones se llevaron a cabo en lugares emblemáticos que ya conocía bien: el Teatro Rossia de Moscú, que posteriormente sería demolido junto al edificio que lo alojaba cerca de la Plaza Roja, y el Auditorio Octubre en San Petersburgo. En ambos escenarios, Raphael revivió los éxitos cosechados en sus cuatro visitas previas al país.
Esta gira fue especialmente significativa para el público ruso, pues tuvieron la oportunidad de escuchar por primera vez, en vivo, algunas de las canciones más representativas del intérprete. Durante sus primeras visitas, habían disfrutado temas clásicos como Yo soy aquel, Hablemos del amor, Desde aquel día y Digan lo que digan. Pero, al no haber contado con su presencia escénica desde 1978, muchos aún no habían podido deleitarse con composiciones maduras de su repertorio como En carne viva, Como yo te amo, Qué sabe nadie, Escándalo o Toco madera. Además, incluyó piezas más recientes como Desde el fondo de mi alma, Soy lo peor, Macorina y El amor es algo maravilloso, enriqueciendo aún más el espectáculo.
Aunque pasarían doce años hasta su siguiente visita al país, a partir de ese reencuentro los conciertos en Rusia se integraron regularmente dentro de sus giras anuales. Raphael regresó en 2009 y nuevamente en 2011. Entre tanto, no sólo Rusia había cambiado con la llegada del nuevo milenio; el propio artista volvió con un nuevo aire, especialmente tras su trasplante realizado en 2003. Para entonces lucía rejuvenecido y rebosaba energía, una transformación que marcó profundamente esta etapa de su carrera y relación con el antiguo territorio soviético.
El cambio experimentado en Rusia entre 1997 y 2009 fue notable. Mientras que en su primera vuelta había encontrado un país abierto al capitalismo, durante su visita posterior pudo observar aún más claramente la influencia de los «nuevos rusos», una élite con altísimo poder adquisitivo. En esa ocasión, Raphael trabajó con su equipo liderado por Rosa Lagarrigue y actuó en un lugar que simbolizaba este nuevo panorama: Barvikha, un complejo lujoso a las afueras de Moscú. Este espacio reunía concesionarios de coches exclusivos, hoteles destinados únicamente a los más privilegiados y un moderno auditorio que acogía espectáculos internacionales de renombre con entradas a precios exorbitantes.
En 2011 Raphael dio otro paso importante al presentarse por primera vez en el Teatro del Palacio del Kremlin. Ubicado dentro del complejo histórico del Kremlin y considerado una joya arquitectónica desde su construcción en 1961 bajo el mandato de Kruschev, este recinto acogía tanto congresos del Partido Comunista como eventos culturales destacados. Apenas un año antes del concierto del artista español, el teatro había sido sometido a una ambiciosa remodelación para adaptarlo a estándares tecnológicos modernos y convertirlo en uno de los auditorios más avanzados del mundo, capaz de albergar a más de seis mil personas. Lo fue también un símbolo perfecto de cómo Raphael había evolucionado como artista junto con el país que tanto marcó sus primeras décadas internacionales.
Es uno de los lugares más representativos de Moscú, en el que Raphael nunca había actuado antes. El majestuoso auditorio suele albergar eventos de gran relevancia, como las producciones del Cirque du Soleil, además de conciertos protagonizados por legendarias estrellas internacionales como Luciano Pavarotti, Whitney Houston, Tony Braxton, Bryan Adams, Liza Minnelli, Plácido Domingo, Rod Stewart, Elton John, Eric Clapton y muchos otros íconos de diversos géneros musicales. También es sede habitual de las grandes representaciones del ballet Bolshoi.
Raphael presentó su gira Te llevo en el corazón en el Palacio del Kremlin, un espectáculo en el que, además de sus clásicos imprescindibles, incorporó tangos, boleros y rancheras recientemente estrenados. El público asistente, que abarrotó el auditorio, disfrutó cada instante del evento, reafirmando que la conexión entre Raphael y los espectadores rusos es tan sólida como imperturbable. Este nuevo éxito confirma que los triunfos iniciales del artista en tierras soviéticas fueron mucho más que un momento pasajero; representan un vínculo magnético difícil de explicar. Desde aquellos días «en blanco y negro» a principios de los años setenta, cuando llegó a Moscú tras gestionar un salvoconducto en París y fue recibido por miles de seguidores respetuosos y emocionados que lo veían por primera vez, se estableció una relación casi mágica que ni siquiera un inexplicable intervalo de veinte años logró romper.
El año 2012 marca la octava gira de Raphael por Rusia. Cuatro conciertos forman parte del recorrido, incluyendo presentaciones en otro país que fue parte de la Unión Soviética. Raphael vuelve a Moscú para actuar en el Palacio del Kremlin, regresa a San Petersburgo tras un lapso de quince años, se presenta en Kiev después de treinta y cuatro años de ausencia en sus escenarios y llega por primera vez a Ekaterimburgo, capital del Distrito Federal de los Urales. Esta última es una ciudad histórica, conocida también por ser el lugar donde los zares fueron ejecutados por los bolcheviques en 1918 durante la Revolución rusa. A pesar de las extensas giras previas, Raphael pisó por primera vez esta región en 2012. Es asombroso observar cómo, después de más de cinco décadas de carrera profesional, el artista sigue explorando nuevos destinos alrededor del mundo, llevando sus clásicos atemporales y sus creaciones más recientes. Rusia, donde su música se dio a conocer inicialmente con la banda sonora de Digan lo que digan, respondió con entusiasmo: su álbum El reencuentro alcanzó el segundo puesto en ventas ese mismo año.
No cabe duda de que Raphael continuará regresando a Rusia en diversas ocasiones. Al igual que el público en Kiev lo ovaciona nuevamente bajo la bandera ucraniana, no sorprendería verlo reaparecer pronto en antiguas ciudades soviéticas como Bakú, Tbilisi, Vilnius, Minsk o Tashkent, ahora convertidas en capitales de Azerbaiyán, Georgia, Lituania, Bielorrusia y Uzbekistán. Su incansable energía tras cinco décadas sobre los escenarios y la posibilidad constante de nuevas «primicias», como su actuación en Ekaterimburgo, hacen que cualquier nueva proeza sea perfectamente imaginable.
Es imposible dar por cerrada la trayectoria de un artista cuya carrera está lejos de perder vigor. Aunque es posible documentar con precisión la primera vez que actuó en cada ciudad de la antigua Unión Soviética que se ha sumado a su extensa lista de destinos, resulta mucho más complicado contabilizar cuántas veces lo ha hecho. Lo más probable es que, mientras se cuenta su historia, Raphael esté a bordo de un avión rumbo a su próximo concierto o sobre un escenario ampliando día tras día su legado con estadísticas que no dejan de sorprender.