El inicio de la década de 2010 trajo para Raphael una etapa de madurez artística marcada por la reinvención constante y el diálogo con su propia historia musical. Con más de cinco décadas de carrera a sus espaldas, el artista afrontó estos años con una mezcla de nostalgia y exploración, revisitando su repertorio y, al mismo tiempo, sumergiéndose en nuevos proyectos que ampliaban su registro. Fue un tiempo de reencuentros significativos, homenajes a la música que lo inspiró y reinterpretaciones que sorprendieron a públicos de distintas generaciones.
El reencuentro con Manuel Alejandro
En 2010, Raphael vivió un momento especial al reencontrarse profesionalmente con Manuel Alejandro, el compositor que le había dado algunas de sus canciones más emblemáticas. Después de años sin trabajar juntos, decidieron unir nuevamente talento y sensibilidad, dando lugar a una serie de presentaciones en las que recuperaron temas inmortales con un aire renovado. El público, testigo de esa complicidad intacta, respondió con entusiasmo, llenando teatros y auditorios.
Este reencuentro no solo fue un gesto de gratitud mutua, sino también una oportunidad para demostrar que aquellas canciones seguían vivas y vigentes. Raphael, con su inconfundible presencia escénica, volvió a darles vida como si fueran nuevas, mientras que Manuel Alejandro aportaba matices y arreglos que refrescaban cada interpretación. La química entre ambos se mantuvo intacta, como si el tiempo no hubiera pasado.
En cada concierto, el diálogo entre voz y música se convertía en una conversación íntima con el público. Las melodías, cargadas de recuerdos, adquirían nuevos significados para quienes las habían escuchado décadas atrás y para aquellos que las descubrían por primera vez. El reencuentro no fue un simple ejercicio de memoria, sino una declaración de continuidad artística.
El tributo a Latinoamérica
Ese mismo año, Raphael dio un paso ambicioso con el lanzamiento de Te llevo en el corazón, un triple álbum que rendía homenaje a tres géneros esenciales de la música latinoamericana: el tango, el bolero y la ranchera. Cada disco fue grabado en el país de origen de su estilo: tangos en Buenos Aires, boleros en Madrid con músicos cubanos, y rancheras en México. El proyecto fue concebido como un recorrido emocional y cultural por los sonidos que habían marcado su trayectoria internacional.
La producción cuidó cada detalle: desde la selección de repertorio hasta la elección de arreglistas y músicos, todo buscaba autenticidad. Raphael interpretó cada canción con el respeto de quien reconoce la herencia de esos géneros, pero también con la fuerza expresiva que lo caracteriza. Su voz, profunda y matizada, encontró nuevas formas de contar historias en cada estilo.
La gira de presentación, que llevó el mismo nombre del álbum, se extendió durante 2010 y 2011 por España, América Latina, Estados Unidos y Rusia. En cada escenario, el repertorio se transformaba en un puente entre culturas, y el público respondía con ovaciones que confirmaban el acierto del proyecto. Para Raphael, fue una oportunidad de reafirmar su vínculo con el continente americano, al que siempre ha llamado su “segunda casa”.
Las reinterpretaciones
En los años posteriores, Raphael continuó revisitando su repertorio con un espíritu renovador. En 2012 presentó Amor & Desamor, un espectáculo en el que reinterpretaba grandes éxitos acompañado por la Orquesta Sinfónica de RTVE. Las canciones adquirieron un dramatismo y una amplitud sonora que las acercaban al formato de concierto sinfónico, dotándolas de un nuevo poder emocional. Fue un ejercicio de reinterpretación que permitió descubrir matices inéditos en piezas muy conocidas.
En 2013 llegó Mi gran noche, una producción con estética de big band que mezclaba elegancia y energía. El repertorio, integrado por clásicos y temas menos frecuentes en su setlist, fue interpretado con arreglos brillantes que potenciaban el ritmo y la frescura de las composiciones. Raphael, siempre entregado, se movía con soltura entre la solemnidad del formato sinfónico y la vitalidad de una gran orquesta de jazz.
Ambos proyectos mostraron a un artista que no teme revisitar su pasado, pero que lo hace desde la perspectiva del presente, consciente de que cada interpretación es única e irrepetible. Estas reinterpretaciones no fueron simples revisiones, sino declaraciones de vigencia y de amor por un repertorio que sigue creciendo con él.