Antes de ser seleccionado para participar en el festival de Benidorm, antes de firmar su primer contrato con Philips, antes de estrenar su nombre artístico con la icónica «ph», antes de empezar a ser reconocido en el panorama musical español y encontrarse camino a construir su lugar en la industria, Rafael Martos firmó su primer contrato profesional para actuar en La Galera, un pequeño night-club madrileño.
Fue allí donde cantó por dinero por primera vez y comenzó a vivir del arte que aún sembraba dudas sobre su viabilidad como profesión. Este acontecimiento puede situarse entre septiembre y noviembre de 1961, aunque resulta difícil precisar la fecha exacta debido a la falta de registros en las hemerotecas. Lo que era una gran ocasión para el joven Rafael pasó inadvertido para el resto del mundo. Así comenzó la historia profesional de un cantante desconocido, invisible para los medios y público general. Era un joven de dieciocho años cuyo potencial era respaldado solo por un pequeño grupo —los Gordillo, padre e hijo, y Manuel Alejandro— mientras permanecía ignorado por todo lo demás.
En la primera biografía autorizada de Raphael, escrita por Alfredo Tocildo a finales de los años 60, se relata un episodio clave en los inicios del artista. Según este relato, el primer contrato para actuar profesionalmente en La Galera fue firmado antes de las festividades navideñas del año previo al gran despegue que llevó a Raphael a la fama, lo que sitúa este momento hacia finales de 1961. Sin embargo, en ese entonces, Rafael Martos aún no había adoptado el nombre artístico que lo convertiría en una figura internacional. No fue hasta su contrato discográfico con Philips, ya en 1962, que el nombre «Raphael» comenzó a resonar con fuerza. Por otro lado, existe cierta incertidumbre sobre si en su primera actuación en el night-club madrileño utilizó su nombre real o algún seudónimo de los que solía emplear para participar en concursos de radio en años previos. Esta ambigüedad añade un toque de misterio al episodio, pues nadie puede asegurar si el presentador del local anunció al cantante como «Rafael Martos», «Rafael», «Rafael Granados» o incluso «Marcel Vivanco». Aunque todo indica que Rafael debutó bajo su nombre real, queda abierta la posibilidad de otros escenarios.
El primer contrato
El inicio de su carrera profesional cobra vida el día en que Juan Palomo, un cantante con cierto renombre en Madrid y habitual visitante de la academia del maestro Gordillo, descubrió su talento. Palomo era conocido por actuar en salas emblemáticas como El Molino Rojo y La Galera, y vio en la voz de Rafael una oportunidad para destacar en la exigente vida nocturna madrileña. En aquellos tiempos, las salas de fiestas buscaban constantemente atraer público mientras competían por contratar artistas únicos, razón por la cual era imprescindible incorporar nuevas voces al circuito. Con esta visión, Palomo conversó con Rafael y Paco Gordillo para proponerles gestionar un encuentro con el gerente de La Galera, quien podía ser clave para abrirle puertas al joven aspirante. Casi desempeñando el rol de intermediario o agente inicial, Juan organizó la cita con Tony Lawrence, el responsable de la contratación de artistas en el local. Lawrence era un cantante italoamericano afincado en España y posiblemente copropietario del establecimiento; otro dato pintoresco que añade matices novelescos a la historia.
La propuesta fue revolucionaria para Rafael. Por primera vez, alguien mostraba un interés genuinamente comercial en su talento vocal, más allá de los cumplidos que pudiera haber recibido anteriormente. A diferencia de los eventuales trabajos precarios que había conseguido hasta entonces, esta oportunidad implicaba una temporada regular de actuaciones remuneradas. La idea de ingresos fijos era prometedora y marcaba el principio de algo más estable en su carrera incipiente. Sin embargo, convencer a Tony Lawrence todavía quedaba como una tarea esencial.
Motivado por esta esperanzadora posibilidad, Rafael acudió a La Galera acompañado por Paco Gordillo y Manuel Alejandro. Ubicado en el número 8 de la calle Villalar, cerca del Paseo de la Castellana y monumentos icónicos como la Puerta de Alcalá y la plaza de Cibeles, este night-club representaba una típica sala de fiestas de la época con matices de alterne en su programación. Los anuncios en prensa insinuaban discretamente tales detalles, destacando el ambiente del local como su mayor atracción. En una nota publicitaria del 30 de septiembre de 1961 se promocionaban dos excelentes orquestas junto con magníficas atracciones y un “ambiente único”, dejando entrever la oferta ecléctica y sofisticada que dominaba estos espacios.
Un anuncio, publicado el 30 de septiembre de 1961, decía con grandes titulares:
«¡¡El público habla!!
LA GALERA: El salón de moda que nosotros preferimos, por su ambiente acogedor.
LA GALERA: Tiene un nuevo sistema de presentar sus actuaciones, dándonos más tiempo para bailar y divertirnos.
LA GALERA: Bajo su nueva dirección está presentando atracciones internacionales originales y de calidad, a cargo de THE 3 WISEMEN – PAT BENOYE – TONY LAWRENCE y su conjunto de bellísimas modelos.
LA GALERA tiene dos maravillosas orquestas, BOBBI CAMPOS y NINO SAMPERIO con la encantadora vocalista MARIA DEL MAR.
UN CONSEJO: VAYAN DONDE VAYAN LOS ENTENDIDOS, VAYAN A LA GALERA.
Boite – Night Club.
Villalar, 8.»
En este contexto surge la necesidad de hacer una pausa para analizar cómo era la cartelera madrileña durante finales de 1961. Tal ejercicio permite entender las tendencias artísticas y los espectáculos de moda que definieron aquella época clave para la industria nocturna y el nacimiento de figuras emblemáticas como Rafael.
EL BIOMBO CHINO: tarde y noche, el Dúo Dinámico. Orquesta francesa de twist, por primera vez en España, Les Revelles.
YORK CLUB: Floren y Totó. El trío Panterita. Los Sacromontes. Hermanas del Sur. Los Ramses Brothers. Guapísimas chicas. Maravillosos precios. Tardes, desde 20 pesetas. Noches, desde 40 pesetas.
MICHELETA: Orquestas y atracciones. Esculturales vedettes.
TEYMA: tarde y noche. Ballet Fantasías. Quintero España. Ballet Pepita Jiménez, María Romero, Tony Lara, Sofía Quintero… y nuestro ambiente.
ALAZÁN: La escultural Hind Morabi y las más fabulosas vedettes.
CARTAGO. Tarde-noche. Cabaret moderno. Presentando atracciones frívolas internacionales y orquestas.
CLUB MELODÍAS. El más musical. Tardes, 25. Noches, 35 pesetas.
MOLINO ROJO: Tarde y noche: Gran espectáculo con Estrellita Castro. 12 noche: espectáculo típico español.
PASAPOGA: tarde y noche. Éxito grandioso de su magnífico programa con Andy Russell, el indiscutible crooner de América. El espectáculo de Arte Español de Juan Morilla. Patricia Lorca y sus Mosaicos de Ritmo y Color. Y las orquestas de Arturo Fornés con el cantante Rafael de la Rosa y el quinteto de Rudy Ventura.
En el cine de principios de los años sesenta, Madrid vivía una época dorada con estrenos emblemáticos como Fray Escoba, Rocco y sus hermanos con Alain Delon, Una mujer marcada con Elizabeth Taylor, y la espectacular Espartaco en «supertechnirama» en el Palacio de la Música. En el ámbito teatral, el Infanta Isabel ofrecía la exitosa comedia Cómo casarse en siete días de Alfonso Paso, protagonizada por Isabel Garcés; las revistas de Colsada triunfaban en el Alcázar con Cassen y Katia Loritz; y en el María Guerrero, José Bódalo y Amelia de la Torre brillaban con Eloísa está debajo de un almendro. En el Calderón resonaban los ecos flamencos de Juanito Valderrama con La rosa y el cante, mientras que en el Bellas Artes se representaba Divinas palabras con Nati Mistral y Manuel Dicenta. Finalmente, el Teatro Cómico acogía la obra Oh, mamá! con la compañía de Lili Murati.
Este panorama retrataba un Madrid vibrante, lleno de arte y entretenimiento, pero lo que realmente nos ocupa sucede tras bastidores. Una tarde cualquiera, Rafael y su grupo llegaron a La Galera. Allí, a través de Juan Palomo, conocieron a Tony Lawrence. Lawrence tomó asiento, dispuesto a escuchar al joven cantante mientras Manuel Alejandro se colocaba al piano. Rafael interpretó una de las canciones que componían su modesto repertorio inicial. Ese repertorio, compuesto por cuatro temas —Te voy a contar mi vida, Perdona, Otelo, Inmensidad y Tú, Cupido— sería grabado meses después en su primer EP bajo el sello Philips.
Al terminar de cantar, parejas ocultas en rincones del local surgieron para aplaudir emocionadas. La voz de aquel joven talentoso las había cautivado; frente a ellas estaba un artista que parecía único. En esa tarde de finales de 1961 en Madrid, Raphael y Manuel Alejandro formaron, sin saberlo aún, la semilla de una colaboración que marcaría la historia de la música española.
Rafael ofreció tres canciones más y el entusiasmo del público creció con cada una. Al finalizar las cuatro piezas del repertorio, él y Manuel Alejandro intercambiaron miradas que reflejaban la inquietud por continuar. Decidieron repetir el ciclo: Inmensidad seguida por las demás. Los aplausos no cesaban.
Una difícil elección
Entre los asistentes, Tony Lawrence quedó impresionado y le propuso un contrato para actuar en el local durante varias semanas, extendiéndose a algunos meses si todo iba según lo esperado. El acuerdo estipulaba un salario diario de doscientas pesetas, que tras descontar la comisión quedaba en ciento ochenta. Aunque no era mucho considerando los ingresos generados por consumiciones en ese tipo de salas, era una oportunidad valiosa para un joven con talento emergente.
A causa de su minoría de edad —en esa época se alcanzaba la mayoría a los veintiún años— Rafael sólo podía actuar por las tardes y siempre con la autorización especial de su padre. Mientras tanto, Manuel Alejandro comenzó a crear nuevas composiciones y adaptar éxitos contemporáneos como Cuando calienta el sol o La novia, ampliando así el repertorio para evitar repeticiones. El éxito dentro del local crecía día a día, aunque no trascendía más allá de aquellas cuatro paredes impregnadas de música y entusiasmo.
Fueron estos meses en La Galera los que formaron a Raphael como artista. Él mismo recuerda en su biografía cómo este período le ayudó a desarrollar su expresividad corporal y gestualidad características sobre el escenario. “Hoy ya nadie se sorprende porque se han acostumbrado a mi manera de estar en escena, pero en aquellos años llamaba mucho la atención”, confesaba al reflexionar sobre sus inicios.
Las actuaciones continuaron hasta que los acontecimientos comenzaron a tomar un ritmo apresurado en los primeros meses de 1962. Raphael debutó en televisión, llegó a las semifinales del Festival de Benidorm, firmó su contrato con Philips y Paco Gordillo decidió que era hora de dejar atrás La Galera. Aunque Rafael dudaba al ver peligrar su único ingreso —las ciento ochenta pesetas diarias— Gordillo lo convenció. Había llegado el momento de perseguir aspiraciones más altas lejos de aquel pequeño local. La fe inquebrantable que Paco Gordillo depositaba en Raphael sería determinante en su camino hacia el estrellato.
Se acordó finalmente una reunión con Tony Lawrence. Era la primera vez que Gordillo negociaba como representante oficial del artista. Según recuerda Raphael, parecía evidente que Lawrence ya conocía de antemano lo que iban a plantearle, pues se adelantó y comentó que había llegado a la conclusión de que La Galera ya no era un espacio adecuado para el cantante. De inmediato, les ofreció un contrato mucho más sustancioso en términos económicos, válido por un año, prometiendo al artista llevarlo a escenarios de mayor prestigio, como el Morocco, el J’hay o el Alazán, donde por esos días actuaba María Dolores Pradera.
Raphael vaciló. No tenía dinero y aquel contrato suponía una tentación enorme. Estaba atravesando una situación económica difícil —realmente llevaba años así— y fantaseaba con poder alquilar un piso mejor para vivir con su familia. Estuvo a punto de aceptar la propuesta. Sin embargo, Paco Gordillo, nuevamente, se mostró firme en su negativa. Dijeron que no. No al contrato que multiplicaba por cien el actual. No a las famosas salas que les ofrecían.
Tras un torrente de insultos y desprecios hacia las aspiraciones de dos personas cuyo único logro hasta entonces era el éxito limitado pero meritorio en La Galera —grande en aplausos, pequeño en repercusión—, Lawrence miró directamente a Raphael y le preguntó: “Pero tú, ¿qué demonios quieres?”
El cantante, sentado en el despacho junto a Paco Gordillo en la calle Villalar, número 8, mientras algunas parejas se refugiaban discretamente en rincones oscuros entre el espectáculo de tarde y el de noche, respondió con determinación: «Yo quiero el Olympia de París».