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No hay duda alguna, independientemente de la atención que se ha puesto en los eventos posteriores, de que el Festival de Benidorm fue el primer gran escenario donde Raphael tuvo la oportunidad de brillar. Si bien es cierto que todo podría haber quedado en nada si no fuera por lo que vino después, este festival representó el trampolín que llevó al artista a ser conocido en prácticamente toda España, marcando el inicio de un largo e inesperado camino hacia el éxito.

Nos situamos a principios de 1962. La carrera de Raphael estaba apenas comenzando, y eran tiempos llenos de incertidumbre, con el cantante luchando por hacerse un hueco en el mundo de lo que entonces se llamaba «canción ligera». Raphael acababa de adoptar la «p» y la «h» en su nombre artístico, había firmado su primer contrato discográfico con Philips para grabar un EP con las canciones Tú Cupido, Inmensidad, Te voy a contar mi vida y Perdona, Otelo. Al mismo tiempo, terminaba sus actuaciones en la sala La Galera de Madrid, donde, pese a que el público abarrotaba el lugar cada día para escucharlo, las grandes oportunidades seguían sin llegar. Aunque hubo ciertos avances, estos se encontraban lejos de las expectativas suyas y de su círculo cercano. El disco tuvo una repercusión modesta y los contratos no aparecían.

A principios de ese año, Raphael participó en las eliminatorias para representar a España en el Festival de Eurovisión con la canción Perdona, Otelo. Este evento tuvo lugar en Barcelona, donde Raphael logró quedar quinto en una primera selección, posición que le otorgó la oportunidad de aparecer en televisión durante un programa en el que se decidiría al representante ganador.

Junto a su inseparable Paco Gordillo, Raphael tomó un tren TAF (Tren Automotor Fiat) hacia Barcelona. Era una época complicada para él; había abandonado su trabajo en una sastrería para dedicarse por completo a su carrera artística y se encontraba sin dinero. Ni siquiera pudo costearse un hotel, alojándose junto con Paco en el piso de unos familiares residentes en la Ciudad Condal.

La final nacional de Eurovisión tuvo lugar el 6 de febrero de 1962. En ella, Raphael compitió contra artistas consagrados como José Guardiola y Gelu, obteniendo finalmente un respetable cuarto lugar. Víctor Balaguer se llevó la victoria y representó a España en Luxemburgo con la canción Llámame, aunque sin mucho éxito. España no recibió ni un solo punto, siendo una de las tres ocasiones en la historia del festival con este desalentador resultado. Aunque Raphael quedó fuera del podio, la experiencia resultó muy valiosa para él, sobre todo porque le permitió aparecer en televisión.

Aunque Rafael Martos ya había adoptado el nombre artístico de Raphael, este seguía siendo desconocido para el gran público. Sus canciones apenas sonaban en las radios y nadie llamaba a la academia de Gordillo para solicitar información o contratarlo.

En aquel entonces, ser cantante sin disco era prácticamente impensable; pero incluso teniendo uno publicado, sin contratos que le permitieran actuar frente al público tampoco podía considerarse como tal. A Raphael le faltaban oportunidades para mostrar sus talentos y confirmar lo que tanto él como los de su entorno creían que podía alcanzar. Todo esto resultaba profundamente frustrante para alguien que soñaba con una carrera gloriosa.

Pese a todo, Raphael continuaba asistiendo diariamente a la academia del maestro Gordillo para ensayar nuevas canciones y entrenar su voz, aunque principalmente iba con la esperanza de que algún empresario llamara para interesarse por él. Los meses transcurrían y aquel ansiado teléfono permanecía en silencio.

Finalmente, lograron cerrar un contrato para actuar en un local de Carabanchel. Fue delante de un público apasionado que dejó de bailar para escucharlo cantar; su actuación fue tan bien recibida que le pidieron repetir varias veces Un consejo, una canción reciente compuesta por Manuel Alejandro.

Sin embargo, aquel éxito no trascendió más allá de las paredes del local. Únicamente quienes estaban presentes pudieron apreciar lo bien que cantaba aquel joven talento. La situación empezaba a volverse alarmante y generar desesperación entre Raphael y quienes confiaban en él.

De repente llegó el día clave en la historia que nos ocupa.

Benidorm, el primer escalón hacia la fama

El Festival de Benidorm comenzó su andadura en 1959 y, en tan solo tres años, se convirtió en una especie de versión nacional de San Remo. Era patrocinado y organizado por la emisora de radio La Voz de Madrid, líder de una red de estaciones con nombres similares (La Voz del Mediterráneo en Tarragona, La Voz de Vigo, La Voz de Alicante…), todas ellas parte de lo que entonces se conocía como REM (Red de Emisoras del Movimiento).

A través de este festival, el régimen buscaba proyectar la música española más allá de las fronteras, competir con otros países y mostrar los valores patrios al mundo. El diario Arriba, afín al régimen, describía los objetivos del evento en su edición del 22 de julio de 1962, durante la celebración del IV Festival de Benidorm: «El Festival se propuso desde su fundación los siguientes objetivos: decoro en las letras y música de inspiración española y acento universal. Los objetivos siguen en pie y de las letras de las canciones ligeras se han desterrado viejos y torpes resabios de un mal entendido folklore, así como turbios regustos sexuales. En ese sentido se ha hecho una auténtica labor de higienización […]. Y por eso con una política de canciones también se hace Patria».

Turbios regustos sexuales… Cierro mis ojos, con solo pensarlo, resulta evidente que ciertas canciones jamás habrían sido consideradas apropiadas para este festival.

Lo cierto es que, más allá de esa «política de canciones», todos los artistas españoles querían formar parte del joven certamen. La Voz de Madrid solicitaba a editores y compositores con experiencia en ediciones anteriores o con cierto renombre en el panorama musical que propusieran una lista de artistas. El maestro Gordillo era uno de ellos y no dudó en recomendar a Raphael. Sin embargo, su nombre no prosperó en esa primera selección, dejándolo fuera de la convocatoria inicial.

Pero Gordillo, completamente convencido del talento del joven artista —su artista—, decidió intervenir. Movió sus contactos y consiguió que Raphael actuara en vivo en un programa muy popular de Radio Intercontinental. La respuesta del público fue arrolladora. Federico Bravo Morata, uno de los directores artísticos del programa, se puso en contacto con Gordillo tras presenciar el impacto generado por el cantante. A Bravo le había impresionado Raphael y se ofreció como intermediario para intentar que el joven pudiera presentarse ante el jurado encargado de seleccionar a los participantes del festival.

Gracias a estas gestiones, Raphael logró ser considerado en las eliminatorias realizadas en los estudios de La Voz de Madrid, situados en la calle Hilarión Eslava de la capital.

El jurado, formado por Augusto Algueró, los hermanos García Segura y el maestro Segovia, ya había decidido nueve de los diez participantes. Solo quedaba un puesto vacante.

Aunque Raphael demostró su versatilidad interpretando baladas, twists y cualquier estilo solicitado, la decisión no fue fácil. Los hermanos García Segura apoyaban su participación, pero Augusto Algueró consideraba más adecuada la inclusión de un artista más reconocido y votó en contra. Por su parte, el maestro Segovia no parecía tenerlo claro… Finalmente, tras tensiones y debates interminables, Raphael consiguió hacerse un hueco entre los diez concursantes. Su sueño comenzaba a materializarse.

Con diecinueve años llegó su primera gran oportunidad… aunque por aquel entonces se decía que tenía diecisiete, según recogía toda la prensa de la época. Raphael mismo afirmaba en las entrevistas: «Con mis diecisiete años recién cumplidos». Esta edad «ajustada» permanecería en la narrativa durante muchos años. ¿Pero por qué?

La explicación es sencilla. En los mismos estudios de La Voz de Madrid alguien sugirió quitarle dos años al artista. Quizá influía que todo el mundo lo llamaba «niño» —de ahí el apodo del Niño de Linares— o que realmente aparentaba menos edad. Quien hizo esta observación pensó que sería un «plus de ternura», una ventaja emocional para conquistar al público pensar que Raphael era casi un adolescente recién llegado a los escenarios. Durante mucho tiempo se creyó que el cantante tenía dos años menos de los que realmente tenía.

El 20 de julio de 1962, Paco Gordillo y Raphael se embarcaron en un autocar con destino a Benidorm, conocida como la «capital española de la canción». Allí acudirían junto a otros participantes como Menchu, Maribel, Lorenzo Valverde, Margarita Cantero, Juan José, Adriángela, Alfonso y Fernán, Walter da Silva y Los Brujos. Es probable que en ese autobús viajaran únicamente aquellos que partían desde Madrid o quienes no disponían de vehículo propio. Por tanto, podemos afirmar que Raphael y Gordillo compartieron viaje con algunos de los demás concursantes.

Para Raphael, según su propio testimonio, este representaba su primer viaje profesional. No estaba solo; lo acompañaba su mánager, una presencia que, para él, era vital. Aquello simbolizaba su compromiso con la música y la afirmación de su condición como artista serio y profesional.

El festival se llevaba a cabo los días 21, 22 y 23 de julio.

Entre los artistas invitados destacaban figuras de renombre como Marisol, el Dúo Dinámico, los Cinco Latinos, Monna Bell —quien ganó el premio a la mejor interpretación en la primera edición del festival con su canción El telegrama— e incluso la legendaria cantante italiana Milva, invitada especialmente para actuar el día de la final.

Raphael partió hacia Benidorm lleno de entusiasmo y con la certeza de que ese festival era crucial para su carrera. Sabía que se encontraba ante una oportunidad única para conectar con el gran público y consolidar su posición en el mundo de la música.

El principal interés del artista recaía en el premio a la mejor interpretación, considerado el más prestigioso. Aunque no estaba especialmente preocupado por qué canción se llevaría el máximo galardón, prefería que fuese alguna de las que él interpretaría. Sin embargo, el premio al mejor intérprete significaba mucho más: implicaba entrar en los periódicos y cosechar atención mediática. Además, las 50.000 pesetas del premio serían cruciales para financiar la portada de las revistas Primer Plano y Noche y Día, así como para alquilar un piso más amplio para su familia, que seguía viviendo en una pequeña habitación en Carabanchel tras haber sido desalojada de su hogar en Cuatro Caminos.

Ese año, el festival trasladó su sede a la plaza de toros debido al creciente éxito entre el público en ediciones anteriores.

Cada participante debía interpretar varias canciones que también serían cantadas por otros artistas. De hecho, cada tema tenía dos versiones: una melódica y otra rítmica. Por ejemplo, Raphael interpretó Llevan en su versión melódica, mientras Margarita Cantero lo hizo en la rítmica.

Durante los dos primeros días del certamen, los participantes presentaron al público todas las canciones seleccionadas. Las cinco de Raphael lograron pasar a la final, quedando entre las diez aspirantes al premio. Esto le otorgaba una alta posibilidad de que alguna de sus canciones obtuviera el primer puesto.

La alegría del artista era enorme: todas sus canciones habían sido escogidas entre las favoritas. Al mismo tiempo, no podía evitar cierto temor. Si alguno de los temas que él cantaba ganaba un premio, existía la posibilidad de que no se le concediera el de mejor intérprete.

Por fin llegó el gran día

Era la noche más esperada en la vida de Raphael: la final y el fallo del jurado. Para esta ocasión decisiva llevaba un traje color burdeos diseñado y confeccionado por él mismo. Los nervios estaban a flor de piel. En su hotel trató de esperar pacientemente, pero finalmente bajó a un bar frente a la plaza de toros hasta recibir noticias. Como el festival todavía no se emitía por televisión —de hecho, ninguna programación se transmitía en directo por entonces—, Paco Gordillo asistió personalmente a la plaza para vivir el espectáculo y obtener información sobre la decisión del jurado antes de que José Luis Uribarri, el presentador, la anunciara públicamente.

Tras unos interminables minutos en los que Raphael aguardaba sentado en el bar, luciendo su traje recién estrenado, Paco regresó corriendo con una sonrisa radiante y una noticia que parecía increíble: ¡habían ganado! Llevan se proclamó vencedor con el primer premio; Quisiera obtuvo el segundo; Cada Cual, el tercero; A pesar de Todo quedó en quinto lugar; No alcanzó el octavo y Lazarillo, el noveno puesto. Los resultados eran realmente sorprendentes. Pero lo más importante fue que el jurado reconoció a Raphael con el premio al mejor intérprete. Era el gran sueño hecho realidad, el primer gran hito de su carrera. Sin contener la emoción, Raphael y Paco corrieron como nunca antes, atravesando el descampado que separaba el bar de la plaza de toros.

Cuando llegaron, Uribarri estaba leyendo la lista oficial de las canciones ganadoras. Al mencionar a la primera, Llevan, un abucheo ensordecedor resonó por todo el lugar; la elección no había sido del agrado del público. Sin embargo, cuando Marisol entregó a Raphael el trofeo al mejor intérprete, la ovación fue apoteósica. Por primera vez, Raphael recibió el cálido reconocimiento de un público que abarrotaba el recinto.

La prensa, que en su mayoría destacó el triunfo del joven artista, resumió acertadamente lo ocurrido en la revista Discóbolo: «Triunfar de un modo indiscutible con una canción discutidísima significa mucho.» En una entrevista escrita por Nacho Artime para el periódico La Nueva España de Gijón, titulada «Raphael: el cantante internacional que necesita la canción española», se abordaba una pregunta clave: «¿Por qué crees que triunfas?» Con modestia y cierto aire de complicidad, Raphael respondió: «No sé. Quizá sea que caigo simpático. Puede que sorprenda que entre tanto cantante joven dedicado al twist y al rock aparezca uno de diecisiete años que interprete canciones melódicas.»

Tras la gala, Raphael se reunió con Paco Gordillo, Manuel Alejandro —que había viajado a Benidorm aunque ese año no participaba con ninguna canción— y otros concursantes, miembros del jurado e invitados en los jardines Manila Park, espacio donde se había celebrado el festival durante ediciones anteriores. Allí se ofreció un cóctel y cada artista interpretó una canción mientras los presentes bailaban animadamente. Raphael también cantó, aunque antes pidió educadamente que todos se sentaran para escucharlo.

Como era lógico tras un triunfo tan resonante, comenzaron a llegar los contratos. El primero fue programado para el 15 de agosto en Gijón, luego San Sebastián, y después muchos más. Una cadena de oportunidades comenzaba a formarse.

A pesar de su prometedora carrera, Raphael todavía tendría que sortear varios obstáculos. Los próximos dos o tres años le traerían alguna decepción inevitable. Aun así, el camino hacia su sueño estaba finalmente en marcha.

Había conquistado el Festival de Benidorm, y desde aquel día, su vida nunca volvería a ser igual.