En 1962, antes de participar en el Festival de Benidorm, Raphael firmó su primer contrato discográfico con Philips. Esta compañía, que inspiró las iniciales «ph» de su nombre artístico, representó solo un breve capítulo en su carrera musical.
El acuerdo con Philips fue motivo de enorme alegría tanto para Raphael como para su entorno. Tras años de intentos fallidos, finalmente sentía que había dado el primer paso hacia el reconocimiento en la industria musical. Sin embargo, la felicidad duró poco. A pesar de ganar el Festival de Benidorm y recibir la promoción asociada a dicho logro, Philips no mostró gran interés en invertir significativamente en él. Su primer EP tuvo escasa repercusión, al igual que los lanzamientos posteriores que incluían canciones del certamen. Las ventas fueron modestas y se debieron más al impacto del festival y a la dedicación incansable del propio Raphael, quien recorría distintos lugares ofreciendo sus primeros conciertos. La compañía discográfica, por su parte, hizo poco para impulsar su carrera.
Pese a esta falta de apoyo, Raphael y los Gordillo—en especial Paco—mantenían una fe absoluta en las posibilidades del artista. Por ello, comenzaron a ampliar gradualmente su circuito de conciertos, asegurándose siempre de actuar en locales de «primera categoría». Desde el inicio consideraron fundamental proyectar la imagen de Raphael como una gran estrella, aunque aún no gozara plenamente de ese estatus. Esto implicaba sacrificar ingresos económicos inmediatos para apostar por el posicionamiento del intérprete. A medida que su nombre ganaba notoriedad, los lugares donde se presentaba—como el Olé Night Club de Palma de Mallorca o la sala Acapulco de Gijón—se llenaban de nuevos admiradores entusiastas.
Es interesante detenerse brevemente en una encuesta publicada por la revista Discóbolo a principios de 1963 para entender mejor el panorama musical de la época y cómo «los nuevos talentos» empezaban a ganar terreno. Ese año, José Guardiola fue elegido como el mejor cantante masculino español, seguido por Tito Mora, Raphael y Mike Ríos. Poco detrás se situaban Ramón Calduch, Michel y Tony Vilaplana. En cuanto a las solistas femeninas, Gelu lideraba la lista con una ventaja considerable sobre Rosalía, seguida por Lita Torelló, Rocío Dúrcal, Salomé y Lolita Garrido. Más abajo estaban Gloria Lasso y Marisol.
En el panorama internacional masculino figuraban Elvis Presley en primer lugar, duplicando los votos obtenidos por Cliff Richard en la segunda posición. Paul Anka ocupaba el tercero, seguido por Johnny Hallyday, Ray Charles, Enrique Guzmán, Adriano Celentano y Ennio Sangiusto. Entre las cantantes extranjeras destacaban Connie Francis en primer lugar con una estrecha ventaja sobre Françoise Hardy. A mayor distancia seguían Dalida, Petula Clark, Brenda Lee, Doris Day y Sylvie Vartan.
A finales de 1962, Raphael participó en la película Las gemelas con una breve colaboración y apareció tanto en la televisión portuguesa como en el programa Gran Parada de Televisión Española. Sin embargo, quizá el acontecimiento más relevante fue la firma de un contrato con Francisco Bermúdez, el empresario más prestigioso del mundo del espectáculo en España. Tras extensas y agotadoras negociaciones, Bermúdez tomó la representación de Raphael y lo llevó a debutar con gran éxito en La Parrilla del Rex, uno de los locales más exclusivos de Madrid.
Si este acuerdo supuso un importante salto en su trayectoria en cuanto a conciertos, poco tiempo después se produciría otro avance aún más significativo: su incursión en el mundo de los discos.
Una llamada desde París
Un día cualquiera, sonó el teléfono en la academia de Manuel Gordillo. Era una conferencia internacional proveniente de París. Del otro lado de la línea, se encontraba la secretaria de Eddie Barclay, nada menos que el propietario y director de Barclay Records, quien mostraba interés en Raphael.
Meses más tarde, algunos periódicos brindaron versiones variadas sobre cómo Barclay descubrió al cantante. Según ciertas fuentes, se decía que escuchó un disco de Raphael por casualidad y que enseguida preguntó quién era, convencido de que aquel talento era la voz que necesitaba para triunfar en Alemania y Francia. Sin embargo, la realidad detrás de esta historia involucra a Waldo, un bailarín español retirado y residente en París que era amigo íntimo del maestro Gordillo. Fue él quien entregó el disco al empresario francés.
En cualquier caso, lo cierto es que Barclay quedó impresionado tras escuchar varias canciones del cantante y lo consideró ideal para formar parte de su discográfica. Durante la llamada telefónica, expresó su deseo de conocer a Raphael personalmente, lo cual para el joven artista representaba un auténtico sueño hecho realidad.
Barclay envió dos billetes de avión y, días después, Raphael emprendió rumbo a París para entrevistarse con él. Ante la importancia crucial de esta reunión, Manuel Gordillo decidió acompañar a su hijo Paco y acompañar personalmente al cantante en esta experiencia.
La emoción que sentía Raphael era inmensa. No solo por la procedencia de la llamada desde Francia, un mercado que entonces parecía casi inalcanzable, sino porque quien había solicitado el encuentro era nada menos que Eddie Barclay, un símbolo indiscutible en la industria musical internacional. En su biografía, Raphael recuerda aquella etapa con estas palabras: «Para mí, en aquel entonces, Eddie Barclay y todo lo que representaba desde un punto de vista discográfico era como un mundo ubicado a millones de kilómetros de distancia. No lograba asimilar todo lo que estaba ocurriendo».
Resulta oportuno entender quién era Eddie Barclay y lo que simbolizaba en ese momento. Hijo de una camarera y un empleado de correos, Barclay podría definirse como el ejemplo clásico de «un hombre hecho a sí mismo». Durante la década de 1940 inauguró el primer club de jazz en París, donde tocaba el piano con su banda. Allí acompañó a figuras legendarias como Louis Armstrong, Ella Fitzgerald y Quincy Jones, quien incluso llegó a ser director artístico de Barclay Records hacia finales de los años cincuenta. En 1949 fundó su primera discográfica, Blue Star, descubriendo talentos como Eddie Constantin. Más adelante, tras un viaje a Estados Unidos, se convirtió en distribuidor de Mercury Records en Francia, logrando vender 1.5 millones de copias del éxito Only You de los Platters. Este triunfo le llevó a crear Barclay Records, donde fichó a artistas exclusivos como Dalida, Mireille Mathieu, Charles Aznavour y Eddy Mitchell. También logró atraer a Jacques Brel y Juliette Gréco para firmar contratos con su sello tras dejar Philips. Raphael seguiría este mismo camino apenas unas semanas después, aunque todavía quedaba mucho por suceder.
Para 1963, Eddie Barclay ya era un ícono consolidado. Su discográfica no solo reinaba en Francia sino también en otros países francófonos. Y justo ese mismo hombre había contactado a Raphael, alguien que tan solo unos meses atrás seguía llamándose Rafael Martos y peleaba por establecer su nombre donde él sentía que debía estar.
El artista junto a Manuel Gordillo arribaron a París con grandes expectativas. La reunión con Barclay fue un verdadero triunfo: la oferta superaba cualquier idea previa, un contrato exclusivo por cinco años. Raphael no tuvo que pensarlo demasiado…
Sin embargo, existía un obstáculo importante: el contrato vigente con Philips aún tenía varios años por delante antes de expirar. Aunque se trataba de una complicación, no tardaron mucho en resolverla. Eddie Barclay solicitó una copia del contrato y, tras analizarlo minuciosamente, comprobó que la única solución era comprar la libertad del cantante, tal como había hecho anteriormente con artistas como Jacques Brel o Nana Mouskouri. Totalmente decidido, el empresario no escatimó en esfuerzos para tener a Raphael grabando en París lo más pronto posible.
La noticia se propagó rápidamente en los medios de comunicación. Era algo inédito en la historia de la música ligera española. Los titulares comenzaron a reproducirse: «Raphael, a punto de convertirse en una estrella internacional» y «El empresario europeo más famoso lo contrata en exclusiva con un espectacular lanzamiento».
Una grabación complicada
Durante esta etapa surgieron nuevos retos, especialmente con la grabación: uno de los requisitos del contrato estipulaba que el disco fuese realizado en los estudios que Barclay tenía en París. Para Raphael y Paco Gordillo no hubo objeciones al respecto. Al firmar, ambos se trasladaron durante seis semanas a la capital francesa para trabajar en un EP que incluiría cuatro temas compuestos por Manuel Alejandro.
La estancia en París está plasmada en las memorias de Raphael. Él y Gordillo se hospedaron en un hotel ubicado en el barrio de Pigalle, cerca de Montmartre. Desde ese rincón bohemio caminaban a diario rumbo al número 9 de la Avenue Hoche, dirección de los prestigiosos estudios de Barclay.
Aunque Raphael grabó las canciones en un tiempo récord según los estándares franceses, el proceso no fue sencillo. La principal dificultad radicaba en que los arreglistas y el director musical no lograban captar con precisión el estilo único del cantante. A esto se sumaba la barrera idiomática, ya que Gordillo apenas dominaba el francés y Raphael carecía de conocimientos del idioma. Finalmente, después de un arduo intercambio de ideas, lograron alcanzar un entendimiento mutuo, aunque las negociaciones para definir el sonido del disco resultaron complejas.
En el tiempo libre, Raphael y Gordillo se dieron a la tarea de explorar París de norte a sur mientras soñaban con el futuro. La ciudad, con su atmósfera vibrante, estimulaba su imaginación a cada paso. Planearon espectáculos para su retorno a España y fantasearon sobre cómo sería su presentación en el Olympia. En aquel momento eran tan solo audaces sueños que, con los años, se materializaron.
Durante esta etapa crucial, Paco Gordillo supo ser más que un representante; fue el compañero perfecto para los proyectos y esperanzas del artista. En lugar de limitar las ambiciones de Raphael, las impulsaba con fervor, convencido de que todo era alcanzable. Ambos recorrían las calles parisinas diseñando una carrera que apenas comenzaba desde un modesto hotel, sin dinero, soportando frío… pero grabando para Barclay Records.
Es inevitable pensar en la emblemática canción La Bohème de Charles Aznavour al rememorar aquellas semanas. En vez de un pintor joven y su musa, encontramos a un cantante soñador y hambriento acompañado por su representante igualmente apasionado: «Teníamos salud, sonrisa y juventud, pero nada en el bolsillo…». Con entusiasmo luchaban día tras día, enfrentando adversidades y soñando en grande. Y como si fuera parte del destino, décadas después Raphael interpretaría ese tema icónico junto al propio Aznavour, sellando así el homenaje por excelencia a esos tiempos cargados de desafíos y aspiraciones compartidas.
De regreso en España, el artista explicaba en «El correo de la radio» de Barcelona cómo avanzaban sus proyectos: la firma del contrato con el señor Barclay por cinco años suponía un lanzamiento a nivel mundial. Según relató, un amigo del maestro Gordillo lo vio actuar y envió discos y fotos suyas al señor Barclay, quien lo invitó a París. Allí realizó pruebas y terminó firmando el contrato. Los discos grabados se vendieron en toda Europa y Sudamérica, lo que le valió una oferta para viajar a México a finales del verano. Sin embargo, aclaró que su estadía sería breve debido a otros compromisos. Raphael también mencionó la posibilidad de una gira por Venezuela, Puerto Rico y Argentina para noviembre o diciembre, algo que tardaría unos cuatro años en concretarse pero que finalmente llegaría. Muchas cosas aún estaban por suceder.
La firma del contrato con Barclay generó notable expectación en los medios de comunicación españoles. La revista Discóbolo destacó el evento: Raphael había cambiado de compañía discográfica, un hecho que merecía especial atención. No se trataba de un cambio cualquiera: había firmado con Barclay, una de las mejores marcas europeas, y todas sus grabaciones se realizaban en París. El primer disco bajo este sello incluía cuatro composiciones de Manuel Alejandro interpretadas en español: «Tu conciencia,» «Alta costura,» «Me dirás» y «Precisamente tú,» y estaba disponible no solo en Francia, sino también en toda Europa, Hispanoamérica y Japón. Este contrato permitió a Raphael actuar en territorios de influencia francesa, como Beirut, donde triunfó ante el público. También tuvo oportunidad de presentarse en televisión en Alemania con sus nuevas grabaciones, marcando así una etapa prometedora especialmente en contraste con la limitada promoción recibida por su anterior compañía.
Además, las emisoras Radio Madrid, Radio Intercontinental y Radio España lo eligieron mediante votación popular como el mejor cantante de 1962.
Fue especialmente significativo que Raphael firmase con Eddie Barclay y Francisco Bermúdez, y actuase en Alemania. Su entusiasmo lo llevó a tomar una decisión trascendental: formar su propia compañía para recorrer toda España.