En Chile, otra historia sorprendente marcó la visita de Raphael al país durante el mismo año. El artista llegó al aeropuerto de Pudahuel, en Santiago, el lunes 28 de octubre a las cuatro de la tarde en un vuelo procedente de Buenos Aires operado por British United Airways.
Desde el comienzo, se hizo evidente el impacto que causaría su visita. Además del habitual recibimiento masivo y la escolta de vehículos y policía hasta el hotel Carrera, los medios chilenos se volcaron en narrar cada detalle de sus primeras horas en el país.
Sin embargo, entre los múltiples titulares, uno especialmente llamativo hoy en día resulta ofensivo y polémico, y cabe imaginar que también lo fue en aquel momento para muchos. En su edición del martes 29 de octubre, el diario Las últimas noticias hizo una referencia explícita al perfil del público asistente. Aunque destacó que la mayoría eran chicas jóvenes, se permitió incluir comentarios despectivos sobre ciertos grupos masculinos presentes: «Los grupos de varones, ataviados con tenidas multicolores, protagonizaron ayer sospechosas escenas de histerismo reñidas con el tradicional concepto de virilidad que se tiene del pueblo chileno». En las páginas interiores, incluso tildaron a estos jóvenes como «elementos raros». Poco queda por agregar ante tales afirmaciones.
A pesar de esta controversia puntual, la visita de Raphael a Chile quedó marcada principalmente por el rotundo éxito de sus conciertos. Las presentaciones comenzaron en el teatro Astor los días 29 y 30 de octubre y continuaron en el teatro Caupolicán los días 1, 2 y 3 de noviembre. Esta última serie de espectáculos, en un recinto con capacidad para más de cinco mil personas, incluyó dos funciones diarias programadas a las siete de la tarde y a las diez de la noche.
Anécdotas
Entre las múltiples actividades del artista durante su estadía en Chile destaca una anécdota curiosa ocurrida el miércoles 30 de octubre. Ese día, Raphael acudió al Congreso Nacional tras recibir una invitación del presidente de la Cámara, Héctor Valenzuela, para rendirle homenaje. A las doce y cuarto del mediodía llegó al hemiciclo lo que la prensa denominó como el «tumulto Raphael: un conjunto abigarrado de acompañantes oficiales», entre ellos el embajador de España y el propio cantante.
Valenzuela expuso ante los diputados, aunque dirigiéndose principalmente al artista, las tres razones que motivaron su iniciativa. Este gesto había generado fuertes críticas por parte de la oposición, que lo acusaba de «frivolizar» el Congreso al invitar a alguien considerado perturbador del orden. La primera razón, según explicó, era atender la solicitud del embajador de España, Miguel de Lojendio, una figura muy apreciada en Chile. La segunda se fundamentaba en el hecho de que Raphael era un reconocido artista y que, al igual que la mayoría de los chilenos, él mismo sentía una profunda admiración por el arte. Según Valenzuela, la voz del cantante encantaba al público y el arte tenía la capacidad única de conectar con las personas—a un nivel que los políticos aspiraban a dominar. La tercera razón radicaba en que Raphael simbolizaba la inquietud de la juventud chilena. Para él, el arte servía como vehículo de expresión para esos jóvenes. En su defensa frente a las críticas recibidas por admitirlo en la cámara, Valenzuela fue claro: el Congreso debía convertirse en un espacio donde confluyeran las preocupaciones tanto de los trabajadores como de los jóvenes. Estas inquietudes debían canalizarse hacia el bienestar colectivo.
Mientras continuaba su discurso, desde el exterior llegaban los intensos gritos de unas cuatro mil personas congregadas frente al hotel Carrera. Estas habían seguido al artista hasta las puertas del Congreso. Los medios informaron que algunos exaltados golpeaban las puertas del edificio mientras exclamaban frases como «¡Soy consejero de la embajada de España!» o «¡Soy de la comitiva oficial de Raphael!». Tras este controvertido episodio, la diputada socialista Carmen Lazo emitió un comunicado en el que señaló no ser enemiga de la juventud ni culpar a Raphael por lo sucedido, pero expresó su rechazo hacia lo que consideraba un menosprecio por el trabajo legislativo. Según sus palabras, lo esencial era legislar para el pueblo y no que algunos diputados se distrajeran pidiendo autógrafos a un cantante.
Héctor Valenzuela asumió la responsabilidad total por lo ocurrido y continuó defendiendo la idea de que Raphael era un representante genuino de la juventud. Asimismo, desafió a sus críticos en el Congreso a reflexionar sobre qué parlamentario sería capaz de convocar a diez mil personas en el aeropuerto de Pudahuel, como lo había hecho el artista. Aquella situación estuvo cerca de costarle su puesto.
Ese mismo día, después de abandonar el Congreso por una salida lateral para evitar nuevos altercados, Raphael acudió a la Municipalidad de Santiago, donde estaba previsto su encuentro con el alcalde Manuel Fernández. Sin embargo, nuevamente se desató una euforia masiva. Al bajarse del automóvil, el caos fue absoluto. Miles de personas llenaron las calles del centro de Santiago con gritos, llamados y muestras de afecto, dificultando notablemente el tránsito vehicular. En medio del fervor colectivo, Raphael se quedó saludando al público a pesar del tumulto. Gracias a sus guardaespaldas logró mantenerse protegido mientras interactuaba con sus admiradores.
La recepción en la alcaldía concluyó con una ceremonia en honor a Pedro de Valdivia, fundador de Chile. Junto al alcalde y al embajador español, Raphael depositó una corona floral al pie de la estatua del conquistador como símbolo conmemorativo. Sin embargo, cuando el evento terminó y los organizadores abandonaron el lugar, los miles de fanáticos corrieron para obtener algún recuerdo del momento. Según relató el diario La Nación, no pasó mucho tiempo antes que todo rastro del armazón y las flores desapareciera, siendo convertido en pequeños souvenirs por quienes asistieron.