En 1985, Raphael celebró su primer cuarto de siglo en los escenarios con una nueva gira. Fueron cientos de conciertos en numerosos teatros y auditorios de diversos países los que llevaron la marca de su 25 aniversario a lo largo de ese año. No obstante, hubo uno que destacó por encima de todos y quedó marcado para siempre en la historia del artista.
Ese año estuvo cargado de acontecimientos, tanto artísticos como históricos. Dejando a un lado los desastres naturales, es interesante hacer un breve repaso para situarse. El 8 de enero, al inicio del año, Elvis Presley habría cumplido cincuenta años; un conjunto de estrellas como Michael Jackson, Tina Turner, Diana Ross, Stevie Wonder, Paul Simon y Bruce Springsteen grabaron We Are the World para recaudar fondos destinados a combatir la hambruna en Etiopía; falleció el gran actor José Bódalo, quien compartió pantalla con Raphael en la película Las gemelas; Whitney Houston debutó en la música; Dire Straits lanzó Brothers in Arms, Duran Duran estrenó A View to a Kill, Freddie Mercury presentó su álbum Mr. Bad Guy, Joaquín Sabina publicó Juez y parte con su emblemática canción Princesa; y se conmemoraron cincuenta años de la muerte del legendario Carlos Gardel.
Por su parte, Raphael recibió la noticia de su primera nominación para un Grammy por su álbum Eternamente tuyo, mientras trabajaba en la grabación del siguiente disco, Yo sigo siendo aquel. Además, algo excepcional estaba por venir. Aunque todavía no se había hecho realidad, se iba gestando poco a poco. Como se ha mencionado previamente, su vida profesional ha sido una continua gira desde sus comienzos.
Es difícil diferenciar unas giras de otras, ya que no hay grandes diferencias entre ellas ni necesariamente han sido más extensas o relevantes por coincidir con fechas destacadas. Sin embargo, Raphael siempre ha buscado conmemorar ciertos hitos significativos en su carrera de una manera especial.
Así lo hizo al llegar a sus primeros quince años, después con los veinte…, pero ¿cómo marcar sus veinticinco años? ¿Diseñar un nuevo espectáculo con grandes coros, ballet y orquesta? ¿Hacer una temporada larga en un teatro emblemático de Madrid? ¿Grabar un gran especial para televisión? ¿Un álbum de duetos como el que lanzaría cinco lustros después para celebrar sus bodas de oro con la música? No. Raphael quería dar un golpe maestro sin que ello representara una ganancia económica para él. Con esta idea llegó a la decisión de celebrar un concierto gratuito en el estadio Santiago Bernabéu, con capacidad para unos cien mil asistentes. Un regalo para su público, inspirado de cierto modo por el mítico concierto que Simon & Garfunkel ofrecieron en Central Park en Nueva York en 1981.
Los preparativos
Durante los primeros meses de ese año, Raphael mencionó en diversas entrevistas la extensa gira y el disco compuesto por José Luis Perales, junto con una sorpresa que tenía preparada. En marzo, en una entrevista para la revista ¡Hola!, declaró: «El 2 de mayo comienzo mi temporada en España. Celebro mi vigésimo quinto aniversario como cantante y lo haré en una importante sala de fiestas. También tengo previsto ofrecer una sorpresa multitudinaria en Madrid que ya está en marcha. Quiero que sea una especie de regalo para toda España. Luego me marcharé nuevamente y no volveré hasta febrero del próximo año».
Raphael había estado trabajando durante bastante tiempo en esta «sorpresa multitudinaria», pero necesitaba un lugar adecuadamente grande para llevarla a cabo. Una vez tomada la decisión, Paco Gordillo se encargó de realizar todas las gestiones necesarias para conseguirlo.
Mientras tanto, el inicio oficial de la gira se aproximaba rápidamente, una vez concluidas las grabaciones del nuevo disco en Roma. Con motivo del aniversario, Raphael preparó un press book promocional donde seleccionaba las 25 fechas más destacadas de su exitosa trayectoria: su debut en La Galera, el día en que rechazó un contrato «de por vida» en ese lugar, su participación en la preselección para representar a España en Eurovisión en 1962, su triunfo en el Festival de Benidorm, su primer éxito discográfico con Los hombres lloran también, la grabación de El pequeño tamborilero, el concierto en el Teatro de La Zarzuela, su gran salto internacional al participar en Eurovisión con Yo soy aquél, el rodaje de Cuando tú no estás, su segunda actuación en Eurovisión con Hablemos del amor, el concierto en el Olympia de París, la filmación de El golfo junto a Shirley Jones, su debut en Nueva York, el reconocimiento oficial como Caballero de la Orden de Cisneros -al que vendría luego el título de Comendador de la Orden de Isabel la Católica-, su primera gira por la Unión Soviética, su llegada a Japón, su debut en el teatro Uris de Broadway, la gira por Australia, su boda con Natalia Figueroa, el nacimiento de su primer hijo, el nacimiento de su primera hija, su programa televisivo El mundo de Raphael, el nacimiento de su tercer hijo, el disco de uranio y la celebración de sus 25 años en los escenarios. Sin embargo, todavía desconocía cuán relevante e impactante sería el evento central de esta última conmemoración.
Pronto comenzaron los rumores difundidos por la prensa, especulando sobre la posibilidad de un concierto en el estadio Santiago Bernabéu. Raphael no confirmó nada hasta que todos los detalles estuvieron acordados y el contrato firme. Cantar en el Bernabéu era todo un desafío. De hecho, fue el segundo artista en lograrlo tras Julio Iglesias, quien lo hizo en 1983. Después, serían contados los que se presentaron allí: Frank Sinatra en 1986; U2, UB40 y The Pretenders en 1987; nuevamente Julio Iglesias en 1989; Operación Triunfo en 2002; y Bruce Springsteen en 2008 y 2012. El estadio, protegido celosamente por el club para conservar el césped, ha sido reservado solo para unas pocas excepciones. Por ahora.
Raphael ya había iniciado su serie de conciertos del 2 al 26 de mayo en el Scala Meliá de Madrid cuando confirmó la noticia del evento en el Bernabéu. Con el contrato firmado y los permisos correspondientes del ayuntamiento aprobados —aunque Paco Gordillo comentó en una entrevista que conseguirlos había resultado interminable—, la expectativa por parte del público y los medios alcanzó su punto máximo. Las entradas fueron vendidas en El Corte Inglés bajo estrictas medidas para evitar la reventa: cada persona podía comprar un máximo de cuatro localidades. A pesar de estas restricciones, las cien mil disponibles se agotaron rápidamente en pocos días. Y todo esto ocurrió cuando aún no existía la compra por Internet.
En una entrevista concedida a Diario 16 poco antes del gran evento, Raphael explicaba: «La decisión de hacer este recital gratuito no fue algo meditado […], fue más bien una corazonada. Quería celebrar mi 25 aniversario de manera memorable; no creo que llegue al cincuenta con las mismas fuerzas. Al principio pensé organizar una gran fiesta, pero luego me dije: ¡No! Debo hacerle un regalo a las miles y miles de personas que nunca han podido verme debido al coste o a cualquier otra circunstancia. Cuando lo propuse, todos se entusiasmaron. Las entradas se agotaron en tan solo cuatro días».
El viernes 21 de junio, víspera del concierto, se realizó un ensayo general con el escenario ya montado, las luces instaladas y el sonido listo para la prueba. Las sillas destinadas a cubrir el césped aún no habían sido colocadas, pero las gradas estaban ahí, esperando ansiosas. El gigantesco estadio permanecía en silencio, observando lo que sería quizás la prueba más importante para Raphael hasta entonces. Como había ocurrido otras veces en sus comienzos en Madrid, París o Nueva York; como había sucedido en Moscú; como siempre ocurre cuando se enfrenta un reto de máxima exposición, toda la prensa estaba interesada en evaluar cada detalle: buscarían elevar al ídolo o hundirlo según lo mereciera ese momento crucial. Sin duda alguna, se trataba del desafío más grande y multitudinario que había enfrentado hasta ahora.
Llegó la gran noche
El concierto. Era sábado, 22 de junio de 1985. Con el sol todavía en el horizonte, las puertas se abrieron al público y pronto comenzaron a llenarse los espacios del estadio con cien mil personas provenientes de toda España y de distintos lugares del mundo, muchas de ellas llevando banderas y pancartas. Es probable que aquellos en las gradas más alejadas, a casi ciento cincuenta metros del escenario, hayan recurrido a prismáticos para seguir el espectáculo. En ese tiempo, las pantallas gigantes al lado del escenario aún no eran habituales como lo son hoy en día.
A las diez de la noche, las luces se encendieron y la orquesta, bajo la dirección de Rafael Rabay, comenzó a tocar los acordes iniciales de la sintonía de presentación. Fue entonces cuando irrumpió el coro en escena. Integrado por dos hombres y cuatro mujeres afrodescendientes, el coro estaba liderado por Bennie Diggs, un renombrado cantante estadounidense que había formado en los años setenta el grupo de R&B Revelation y más tarde colaborado con grandes figuras como Bee Gees, Joe Cocker, Robert Palmer y Luther Vandross. Entre las coristas se encontraba Attallah Shabazz, hija mayor del icónico activista Malcolm X, quien tras esa noche logró entablar una gran amistad con Raphael, llegando a colaborar con él durante años en la búsqueda de nuevas voces para futuros proyectos.
Al finalizar la sintonía, que consistía en un medley de grandes éxitos del artista y concluyó con «Yo soy aquel», un impactante redoble de timbales acompañó al coro que señalaba hacia su izquierda. Raphael emergió entonces, descendiendo una escalinata vestido de frac hasta situarse en el centro del escenario. Frente a él, cien mil almas respondieron con una ovación interminable mientras iniciaban los acordes de «La noche», que marcaba el comienzo del espectáculo.
Pronto llegó la primera gran sorpresa: la interpretación de «Yo sigo siendo aquel», estrenada poco tiempo antes. En ese momento apareció Alicia Carrión, destacada bailarina que ya había trabajado previamente con Raphael en ocasiones como el espectáculo «20 años en escena». En cuestión de segundos, le retiró teatralmente el frac —que poseía un truco— revelando el clásico pantalón y camisa negra que caracterizaban al artista. Desde ese instante, Raphael recorrió todos los éxitos que lo habían consolidado hasta entonces. Sonaron las emblemáticas «Mi gran noche», «Cuando tú no estás», «Desde aquel día», «Hablemos del amor», «Los amantes» junto con temas más recientes como «Qué sabe nadie», «En carne viva», «Provocación», «Como yo te amo», «Frente al espejo» y «¿Y cómo es él?». También se presentaron canciones nuevas como «Un día más», «Hay momentos de amor», «Tu cuerpo: mi refugio y mi rincón» y «Un día volveré», que empezaban a ocupar los primeros lugares en las listas de ventas.
El cierre fue inolvidable con «Yo soy aquel», seguido de la música épica de «Aleluya del silencio». Raphael se mostró evidentemente emocionado mientras saludaba al público y abrazaba a Rafael Rabay. Invitó al coro y a Alicia Carrión a adelantarse junto a él para saludar cogidos de la mano. En el vídeo grabado del concierto —que sería transmitido en múltiples países de América— se puede ver a un Raphael exultante, completamente satisfecho con la noche.
Uno de los momentos más destacados fue cuando Ramón Mendoza, presidente del Real Madrid, subió al escenario para entregarle la medalla de oro del club. “Los grandes estadios están para las grandes ocasiones, y si un cantante lleva veinticinco años en el mundo de la canción, es por algo”, afirmó Mendoza ante un público lleno de aplausos.
Las reseñas del evento no tardaron en aparecer en los medios. El diario ABC destacaba: “Como se esperaba, ayer fue la gran noche de Raphael, que celebraba así sus bodas de plata con la canción. Un ambiente festivo rodeaba al estadio Santiago Bernabéu. Banderas de distintos países, pancartas, pegatinas y hasta llaveros con la efigie del cantante se vendían en las puertas de entrada. Y, como se esperaba, un lleno impresionante el que registró el estadio madridista, que se vio colmado por gentes de todas las edades”.
Por su parte, el diario YA señalaba: “Raphael anoche demostró que sigue siendo un gran artista, que tiene más tablas que nadie y que, en efecto, no quiere ni debe retirarse porque tiene mucho que decir aún”.
Diario 16 lo describía así: Cerca de cien mil espectadores llenaron el estadio de fútbol Santiago Bernabéu para presenciar el icónico recital gratuito que Raphael ofreció en conmemoración de sus veinticinco años de trayectoria musical. El evento, de dos horas de duración, alcanzó un éxito notable y no decepcionó en absoluto a sus seguidores. Entre las pancartas que alzaban con entusiasmo sus admiradores más jóvenes se podían leer mensajes como: «Otros veinticinco años contigo» y «Raphael, nuestro orgullo».
El concierto representaba un desafío monumental que concluyó con un desenlace plenamente feliz. Aquella noche del 22 de junio de 1985, Madrid fue testigo de una experiencia inolvidable para cien mil personas. Ese día simbolizó uno de los momentos culminantes en la carrera de Raphael, un regalo tanto para su público como para él mismo. Era una celebración mutua, un extraordinario broche de oro tras veinticinco años de trayectoria. Sin embargo, el cantante aún desconocía que su carrera apenas había alcanzado la mitad de su recorrido.