Ubicado en Linares, el Museo de Raphael abrió sus puertas el 11 de marzo de 2011. Desde entonces, alberga permanentemente la colección personal del cantante. Allí descansan sus más icónicos premios y reconocimientos, discos de oro y platino que solían decorar las paredes de su estudio, el exclusivo Disco de Uranio, carteles originales de sus primeras giras e incluso los alusivos a las más recientes que lo han llevado a los rincones más diversos del mundo. Todo este compendio representa sus memorias y está disponible para deleite de los visitantes.
Este espacio dedicado al «Niño de Linares» es el resultado tangible de un proyecto largamente gestado, un sueño que tomó años para convertirse en realidad. Es un tributo hecho no solo para los «raphaelistas», sino para admiradores del artista en todo el planeta. Sin embargo, antes de desglosar los valiosos elementos que componen su colección, es justo recordar a las personas cuyo esfuerzo y dedicación hicieron posible este singular espacio.
Fue a mediados de la década de los noventa cuando, casi al mismo tiempo que el Ayuntamiento de Linares decidía homenajear a Raphael dedicándole una calle en la ciudad, nació la Asociación Cultural y Musical Amigos de Raphael. Liderada por Juan Valcárcel, su presidente —gran conocedor y seguidor del artista— esta agrupación creó lo que sería la primera casa-museo dedicada al cantante. Los otros fundadores, Casildo Foronda y Francisco Rodríguez, junto con Valcárcel, alquilaron el local ubicado en la misma calle donde Raphael vivió sus primeros meses antes del traslado familiar a Madrid.
Aquel espacio se transformó para acoger una amplia colección que los miembros habían reunido durante años. Al rico acervo se sumaron numerosos objetos enviados directamente por Raphael desde Madrid, atendiendo la petición personal de Valcárcel. En muy poco tiempo, las paredes del lugar se llenaron con carteles, trajes y recuerdos que narraban una trayectoria musical que entonces rozaba los cuarenta años.
La gestación del Museo Raphael comenzó con la visión clara de que el espacio inicial, una casa alquilada por la asociación donde el artista vivió con su familia, ofrecía un simbolismo especial pero requería evolución. El proyecto ambicionaba algo mucho más grande y destacado, con instalaciones modernas, contenido enriquecido y mayor proyección mediática. Siempre bajo la dirección de Juan Valcárcel, la asociación inició gestiones con los alcaldes de Linares de aquel entonces, primero Juan Lillo y luego Juan Fernández, para mantener el compromiso del Ayuntamiento y convertir el sueño de muchos admiradores en realidad. La idea era transformar aquella pequeña casa-museo respaldada por entusiastas en un gran museo promovido por la ciudad.
La espera fue larga, extendiéndose por varios años, pero finalmente dio sus frutos. El Pósito, un magnífico edificio del siglo XVIII ubicado frente al Ayuntamiento, fue rehabilitado gracias a la iniciativa de Juan Fernández y la delegada de Turismo, Mabel Selfa. En él se decidió albergar diversos espacios culturales como el Centro de Interpretación de la ciudad, la Oficina de Turismo, el Centro de Documentación y Recursos Turísticos y, en su planta superior, el esperado Museo de Raphael. Su ubicación resultó ser ideal.
Mediante un concurso público, el proyecto fue adjudicado a Servis, una empresa especializada en grandes exposiciones. Esta convocó un equipo profesional liderado por Israel Sousa para ejecutar tanto el Museo de Raphael como el Centro de Interpretación. Rafael Fernández asumió el diseño del espacio y Natalia Huerta se encargó de la documentación. El espacio se transformó profundamente para integrar las piezas cedidas por el artista, y la empresa Santiago Bravo de Córdoba llevó a cabo la construcción y montaje. Por otro lado, Huella Producciones, bajo la dirección de Daniel Mayoral, trabajó en la edición del extenso material audiovisual. Para mostrar una vasta colección de fotos y vídeos que reflejan los más de cincuenta años de carrera de Raphael, se ideó una experiencia innovadora utilizando tablets como guías interactivas repletas de narraciones multimedia, dejando atrás las tradicionales audioguías.
El recorrido
El recorrido por el museo ofrece una exposición permanente organizada cronológicamente por décadas que repasa la infancia y carrera del artista. Al cruzar unas cortinas tras el logo del museo, el visitante ingresa a un ambiente oscuro con un gran espejo donde primero se refleja su propia imagen antes de que surja la bienvenida del artista. A medida que cambia la iluminación, aparecen detrás cuatro pantallas interconectadas que crean una «esfera visual», proyectando imágenes del público ovacionando a Raphael desde los años sesenta hasta la actualidad. Esta introducción concluye al ritmo de timbales emblemáticos de los conciertos del cantante, mostrando fotografías y vídeos en movimiento que llevan al visitante desde el Raphael actual hasta su niñez en los años cuarenta.
El recorrido continúa entrando en la primera sección dedicada a su infancia. Bajo el título «Rafael Martos Sánchez» aparece una gran fotografía de un joven Rafael de unos nueve años sobre un escenario, sosteniendo un micrófono en la mano (un montaje simbólico pero significativo). Se exhiben vitrinas con objetos esenciales del niño que soñó con ser artista: su partida de nacimiento, fotos familiares, diplomas obtenidos como «Rafael Granados» en concursos radiofónicos a finales de los años cincuenta y diversos elementos que evocan sus primeros pasos en los bastidores del espectáculo. Además, se presentan carteles de íconos como Manolo Caracol, quienes influyeron en la historia del adolescente que se encaminaba hacia un futuro brillante en el mundo artístico.
Tras superar la primera sala, el recorrido lleva al visitante a un espacio dedicado a los años sesenta, una de las décadas más cruciales en la trayectoria de Raphael. Es la época del nacimiento de «Raphael» escrito con PH, y el surgimiento global de un fenómeno que revolucionó el panorama musical en muy poco tiempo. Allí se exhiben algunos de sus primeros retratos como artista profesional, junto con el trofeo del Festival de la Canción de Benidorm de 1962, considerado su primer gran reconocimiento. Además, se presentan sus primeros discos, una fotografía del recital inaugural en el Teatro de la Zarzuela de Madrid y una impresionante colección de objetos que reflejan el impacto del artista en la música en español desde aproximadamente 1965, pues Raphael llegó para transformar todo.
Entre los elementos destacados figura su primer disco de oro, otorgado por las ventas millonarias de «La canción del tamborilero». También sobresalen materiales promocionales de sus primeras películas como protagonista, incluyendo «Cuando tú no estás», «Al ponerse el sol», «Digan lo que digan», «El golfo» y «El ángel». Los visitantes pueden observar carteles originales de sus actuaciones más relevantes, como la celebrada en el Madison Square Garden de Nueva York; publicidad de su primera visita al Savoy de Londres; un cómic editado en México con Raphael como personaje principal; programas de mano pertenecientes a su presentación en el Talk of the Town, de Londres, y al legendario concierto en el Olympia de París.
La videoguía y la pantalla de esta sala amplían el contenido con una cuidada selección de los momentos clave de su inicio artístico. Las imágenes, algunas inéditas, narran el llamado «boom Raphael», desde sus dos participaciones en Eurovisión hasta otros hitos como la multitud que lo esperó en el aeropuerto de Chile o su exitoso concierto en la Alameda de México.
El recorrido avanza hacia los años setenta, etapa considerada por muchos como la consolidación definitiva del artista. Esta década recibe un tratamiento especial en el museo, que exhibe carteles promocionales de películas como «Sin un adiós», «Rafael en Raphael» y «Volveré a nacer», junto con fotografías icónicas del cantante apareciendo en el Ed Sullivan Show o interpretando «Balada de la trompeta». Entre las piezas expuestas, destaca una cámara fotográfica utilizada por Raphael durante su incursión como aficionado a la fotografía, algunas imágenes capturadas por él mismo y publicidad relacionada con su primera temporada en el Flamingo Hotel de Las Vegas. También se encuentra un tocadiscos portátil que solía llevar consigo en sus viajes, junto a un disco de Jacques Brel, uno de sus artistas predilectos; carteles de sus primeras giras internacionales por países como la Unión Soviética, Japón y Australia; e incluso una mesa adquirida para su despacho en Nueva York que posteriormente trasladó a Madrid y usó hasta poco antes de que el museo abriera sus puertas.
En la videoguía y pantalla dedicadas a esta década también se resumen momentos emblemáticos: sus dos participaciones en el Ed Sullivan Show, ensayos y conciertos en el Palacio de la Música de Madrid y sus visitas artísticas a Rusia.
Un punto destacado del recorrido se encuentra justo donde los años sesenta terminan y los setenta comienzan: una impresionante colección de trajes originales que han marcado la carrera teatral y musical del artista. Entre estas piezas únicas están el disfraz de payaso utilizado para interpretar «Balada de la trompeta» en la película Sin un adiós, luego recuperado por Álex de la Iglesia para Balada triste de trompeta. También están los trajes de lentejuelas diseñados para los musicales Billy the Liar y Pippin, usados en su programa televisivo El mundo de Raphael durante los años setenta; el traje militar camuflaje con el que era crucificado en los conciertos celebrando su vigésimo aniversario; la vestimenta «campera» que protagonizó la portada del disco Andaluz; chaquetas de cuero fotografiadas frente a los rascacielos neoyorquinos; una americana usada en su actuación en el Ed Sullivan Show; además del abrigo y chistera del malvado Edward Hyde del musical Jekyll & Hyde. Por supuesto, no podría faltar un eterno e imprescindible traje negro que sintetiza su estilo esencial.
Los años ochenta destacan principalmente por la conmemoración del XXV aniversario artístico de Raphael. En una vitrina especial se exhibe una maqueta del estadio Santiago Bernabéu, obsequiada por el club de Amigos de Raphael de Madrid como homenaje al gran concierto realizado en dicho estadio en 1985. Las paredes están decoradas con carteles de giras que llevaron su música a escenarios reconocidos internacionalmente, como el Radio City Music Hall de Nueva York. Además, en soportes de vídeo se reproducen fragmentos del majestuoso concierto en el Bernabéu, imágenes de la grabación del álbum En carne viva —considerado uno de los grandes clásicos de esa década—, junto a otras actuaciones icónicas.
De su trayectoria en los años noventa destacan elementos como una réplica de la placa con la que Linares nombró una calle en honor a Raphael, carteles del XXX aniversario celebrado en Carnegie Hall de Nueva York y recuerdos de su regreso a Rusia en 1997. En las pantallas se proyectan interpretaciones en el teatro Calderón de Madrid de canciones del disco Andaluz, así como el vídeo promocional de «Escándalo», filmado en República Dominicana.
La última sección, correspondiente a los primeros años del siglo XXI, refleja hitos como la etapa de Jekyll & Hyde y la celebración del cincuentenario artístico. Aquí se muestran carteles de conciertos memorables, como los realizados en el Liceo de Barcelona o la plaza de toros de Las Ventas en Madrid. Al fondo, tras un gran cristal que actúa como escaparate, se exhibe prácticamente toda la discografía del cantante. Aunque puede faltar alguna edición rara en manos de coleccionistas alrededor del mundo, la colección reúne la mayoría de EP, sencillos y LP que Raphael ha grabado durante su carrera. Estos registros abarcan canciones no solo en español, sino también en italiano, inglés, japonés, alemán y francés. La colección representa un legado vivo que continuará creciendo conforme Raphael siga creando y sumando más temas.
La última sala del museo está dedicada a los premios y distinciones recibidos por el artista. A diferencia del resto, esta sala es completamente blanca y diseñada como una gran caja fuerte. Aquí se encuentran algunos de los reconocimientos más importantes otorgados a Raphael, entre ellos: premios Heraldos de México; antorchas y gaviotas del Festival de Viña del Mar en Chile; diplomas conmemorativos como «el día de Raphael en Los Ángeles»; la Medalla de Oro de Andalucía; galardones como las medallas al Mérito en las Bellas Artes y en el Trabajo; nominaciones a los premios Grammy; premio Ondas; el trofeo del festival Midem en Cannes; la Encomienda de Isabel la Católica; el Premio de Honor de la Academia de las Artes y las Ciencias de la Música, además de numerosos reconocimientos oficiales y regalos de asociaciones y clubes de fans internacionales desde lugares como Tokio, San Petersburgo o Ciudad de México. Esta sala también alberga la colección personal de discos de oro y platino que Raphael había conservado en su hogar como testimonio tangible de sus logros. Entre estos destaca especialmente el disco de uranio, un reconocimiento único recibido al inicio de los años ochenta por superar la venta acumulada de cincuenta millones de ejemplares, considerado como la pieza más valiosa, tanto por su rareza como por su significado.
La reforma
El museo abrió oficialmente sus puertas el 11 de marzo de 2011. Raphael estuvo presente en la inauguración acompañado por familiares, incluyendo José Bono —entonces presidente del Congreso de los Diputados y consuegro del artista—, personalidades como Carmen Linares y Sebastián Palomo Linares —quienes también tienen su espacio en el Centro de Interpretación local—, figuras políticas como Micaela Navarro y Juan Fernández, alcalde de Linares; además de Mabel Selfa, responsable del área turística; representantes mediáticos y admiradores llegados desde diversos puntos del país y del extranjero. Asimismo, estuvo presente la familia de Juan Valcárcel, fundador de la asociación impulsora del museo, quien no llegó a ver su proyecto hecho realidad debido a su fallecimiento un año antes.
En 2024, el Museo Raphael vivió una profunda renovación que reforzó su papel como espacio de referencia para los admiradores del artista. La reforma modernizó sus instalaciones, dotándolas de una museografía más actual e interactiva, lo que permitió que la visita se convirtiera en una experiencia aún más cercana y atractiva. Se cuidó cada detalle para resaltar no solo el valor histórico de las piezas, sino también la emoción que despiertan en quienes recorren sus salas.
La reapertura estuvo acompañada por la incorporación de numerosas piezas inéditas al recorrido expositivo. Vestuario icónico utilizado en sus giras, material gráfico y audiovisual de gran valor documental, así como recuerdos personales que ayudan a comprender la dimensión humana de Raphael, se sumaron a la colección permanente. También un Cadillac Continental que le regalaron en 1968 y que ahora el cantante ha donado al museo. Estos nuevos elementos ofrecen al visitante una visión más completa de la trayectoria del artista y de su relación con el público a lo largo de las décadas.
La inauguración oficial tras la reforma se celebró en un ambiente festivo, con la presencia de autoridades, seguidores y del propio Raphael, que recorrió emocionado las salas renovadas. Con esta reapertura, el museo no solo consolidó su lugar en Linares como un punto cultural imprescindible, sino que también se proyectó como un símbolo vivo de la vigencia y el legado del artista, preparado para seguir creciendo en los años venideros.
Raphael ha destacado en varias ocasiones que este espacio es dinámico y evolutivo, concebido para incorporar constantemente nuevos premios, discos y memorabilia relacionada con su carrera. El museo no solo celebra su legado artístico sino que también promete continuar enriqueciendo su historia con cada nueva etapa vivida por el cantante.